sábado, 23 de julio de 2011

¡Por qué ser Marxista hoy?

 

 

 

 

 

 

 

Adolfo Sánchez Vázquez

 

Adolfo Sánchez Vázquez no fue mi maestro en la escuela de filosofía de la Universidad Veracruzana. Pero lo seguí de cerca con sus obras a partir de una conferencia que brindó en 1977 en la Facultad de Filosofía donde estudiaba. De hecho, mi tesis de filosofía para obtener el grado de licenciado: Paulo Freire: Educación e Ideología, tuvo entre sus teóricos inmediatos a Adolfo Sánchez Vázquez, por aquello de la "ideología y  su "neutralidad ideologica" en las ciencias sociales. 

Con su muerte, a los 95 años, sucedido el 8 de julio de este año 2010, la filosofía mexicana, queda, si no huérfana, si, por lo menos, sin una de sus inteligencias más altas, que logró forjar a muchas generaciones de estudiantes de filosofía en  UNAM.
Con motivo de ese deceso, publicamos aquí un texto suyo, que me envió por correo mi amigo Javier Ortiz, y que aparece´en otro blog, dirigido por un alumno del filósofo español-mexicnao.


 
¿Por qué ser marxista hoy?
Atilio Boron
Una triste noticia conocimos hace pocas horas: a los 95 años de edad murió don Adolfo Sánchez Vázquez, quien sin exageración podría ser caracterizado como uno de los más grandes filósofos marxistas de la segunda mitad del siglo veinte y cuya influencia se dejara sentir hasta nuestros días. Falleció ayer, 8 de Julio, en México, país que lo acogiera con su proverbial hospitalidad, al finalizar la Guerra Civil española en 1939. Tal como lo escribí en Facebook ni bien me enteré de lo ocurrido, el fallecimiento de Don Adolfo Sánchez Vázquez me llegó a lo más profundo del alma. Fue él quien me invitó a introducirme a fondo en el campo de la filosofía política, instándome a combinar mis análisis sociopolíticos y económicos del capitalismo con una mirada más filosófica que me abriera las puertas a una reflexión más integral, totalizadora y dialéctica de las sociedades contemporáneas. Eso ocurrió en México, en 1976, cuando en la FLACSO -por ese entonces todavía un foco de pensamiento crítico- lo invitaron a dictar un curso de Filosofía Política en la Maestría de Ciencia Política que se dictaba en esa institución. Al aceptarlo me solicitó que fuera su asistente de cátedra y desde ese momento su obra y su persona se convirtieron en una fuente constante de estímulo para mi pensamiento. Como diría otro español excepcional, Alfonso Sastre, don Adolfo se convirtió en mi sombra con la cual a lo largo de más de tres décadas mantuve un diálogo permanente. Por eso no exagero un ápice si digo que aquella experiencia de trabajo con él me cambió la vida y mi visión del mundo. Cuando gran parte de lo que pasaba por marxismo en aquel entonces era una indigesta colección de "manuales estalinistas" o de confusos desvaríos estructuralistas o postestructuralistas -porque Gramsci todavía estaba a la espera de su relectura en clave comunista y no socialdemócrata y porque Mariátegui, Fidel y el Che no habían logrado horadar el europeísmo y la colonialidad que aún prevalecía en las filas del marxismo- Sánchez Vázquez me enseñó a descartar tanto las imposiciones teóricas de una burocracia pseudo revolucionaria como a desconfiar de las modas intelectuales de la época, por más seductoras que fueran. La obra de don Adolfo era un marxismo abierto, anti-dogmático, fresco y, por lo tanto, en  permanente renovación, sintonizado constantemente con el desenvolvimiento de las contradicciones del capitalismo en cuyos entresijos se internaba para descubrir, desde allí, la ruta hacia la nueva sociedad. En esta empresa su sabiduría le permitía distinguir muy cuidadosamente entre la necesidad de una continua reactualización de la gran herencia de la tradición marxista del "liquidacionismo" posmoderno en virtud del cual los supuestos "renovadores" del marxismo lo "renovaron" con tanto entusiasmo que terminaron pasándose a las filas del pensamiento burgués. En fin, con su muerte se nos fue un grande de la filosofía política marxista y alguien que jamás pagó tributo a las modas teóricas e ideológicas de su tiempo. Intelectual de una sabiduría y erudición deslumbrantes enalteció como pocos la palabra "maestro". Jamás abjuró de sus convicciones revolucionarias ni le hizo concesión alguna al capitalismo, al cual nunca se cansó de denunciar por su incorregible esencia predatoria, explotadora y antihumana. Sus enseñanzas, recogida en más de veinte libros e infinidad de artículos, seguirán viviendo entre nosotros. ¡Hasta la victoria siempre, don Adolfo!
Estoy seguro que Don Adolfo le hubiera gustado que eligiéramos este breve fragmento de su obra para honrar su memoria en el momento de su partida. Se trata de la conferencia que dictó en la Universidad de La Habana cuando le otorgaron el doctorado honoris causa. A continuación, las palabras que pronunciara en aquella ocasión.

Por qué ser marxista hoy
Adolfo Sánchez Vázquez


“Ser marxista hoy significa no sólo poner en juego la inteligencia
 para fundamentar la necesidad y posibilidad de esa alternativa
(al capitalismo), sino también tensar la voluntad para responder
al imperativo político-moral de contribuir a realizarla.”


Discurso de Investidura pronunciado por el filósofo y escritor mexicano Adolfo Sánchez Vásquez, al recibir el Doctorado Honoris Causa en la Universidad de La Habana, el 16 de septiembre de 2004.
La decisión del Consejo Universitario de la Universidad de La Habana de otorgarme el grado de doctor honoris causa, me ha conmovido tan profundamente que la expresión de mi agradecimiento resultaría pobre e insuficiente. Pero no puedo dejar de decir que tan alta y honrosa distinción la aprecio, sobe todo, por provenir de una institución universitaria que, junto a sus elevadas contribuciones académicas, tanto ha dado al realce ... (clic abajo en más información) y a la realización de los valores que más podemos estimar: la verdad, la justicia, la dignidad humana, así como la soberanía nacional, la solidaridad, la convivencia pacífica y el respeto mutuo entre los pueblos. Pero a este agradecimiento institucional, quisiera agregar el personal por la fraternal, lúcida y bella laudatio de quien -Roberto Fernández Retamar- me siento, desde hace ya casi 40 años, no sólo compañero de ideas y esperanzas y admirado lector de su admirable obra poética, sino también persistente seguidor de su conducta intelectual y política al frente de una institución tan consecuente con la digna e inquebrantable política antimperialista de la Revolución Cubana como La Casa de las Américas, a la que tanto debemos los intelectuales de este continente y del Caribe por su defensa ejemplar y constante enriquecimiento de la cultura latinoamericana.

I - A continuación voy a dedicar mi discurso de investidura a la obra que tan generosamente se reconoce con el grado de doctor honoris causa. Y, por supuesto, no para juzgarla, pues yo sería el menos indicado para ello, sino para reivindicar el eje filosófico, político y moral en torno al cual ha girado toda ella: o sea, el marxismo. Pero no sólo el marxismo como conjunto de ideas, sino como parte de la vida misma, o más exactamente: de ideas y valores que han alentado la lucha de millones de hombres que han sacrificado en ella su tranquilidad y, en muchos casos, su libertad e incluso la vida.
Ahora bien, ¿por qué volver, en estos momentos, sobre este eje, fuente o manantial teórico y vital? Porque hoy, más que en otros tiempos, se pone en cuestión la vinculación entre sus ideas y la realidad, entre su pensamiento y la acción. Cierto es que el marxismo siempre ha sido no sólo cuestionado, sino negado por quienes, dados su interés de clase o su privilegiada posición social, no pueden soportar una teoría crítica y una práctica encaminadas a transformar radicalmente el sistema económico-social en el que ejercen su dominio y sus privilegios. Pero no es éste el cuestionamiento que ahora tenemos en la mira, sino el que cala en individuos o grupos sociales, ciertamente perplejos o desorientados, aunque no están vinculados necesariamente con ese interés de clase o privilegiada posición social. Esta perplejidad y desorientación, que se intensifica y amplía bajo el martilleo ideológico de los medios masivos de comunicación, sobre todo desde el hundimiento del llamado "socialismo real", constituye el caldo de cultivo del cuestionamiento del marxismo, que puede condensarse en esta lacónica pregunta: ¿se puede ser marxista hoy? O con otras palabras: ¿tiene sentido en el alba del siglo XXI pensar y actuar remiti éndose a un pensamiento que surgió en la sociedad capitalista de mediados del siglo XIX?
Ahora bien, para responder a esta pregunta habría que tener una idea, por mínima que sea, de lo que entendemos por marxismo, dada la pluralidad de sus interpretaciones. Pues bien, teniendo esto presente, y sin pretender extender certificados de "pureza", se puede entender por él -con base en el propio Marx- un proyecto de transformación del mundo realmente existente, a partir de su crítica y de su interpretación o conocimiento. O sea: una teoría y una práctica en su unidad indisoluble. Por tanto, el cuestionamiento que se hace del marxismo y se cifra en la pregunta de si se puede ser marxista hoy, afecta tanto a su teoría como a su práctica, pero -como trataremos de ver- más a ésta que a aquélla.
II - En cuanto teoría de vocación científica, el marxismo pone al descubierto la estructura del capitalismo, así como las posibilidades de su transformación inscritas en ella, y, como tal, tiene que asumir el reto de toda teoría que aspire a la verdad: el de poner a prueba sus tesis fundamentales contrastándolas con la realidad y con la práctica. De este reto el marxismo tiene que salir manteniendo las tesis que resisten esa prueba, revisando las que han de ajustarse al movimiento de lo real o bien abandonando aquellas que han sido invalidadas por la realidad. Pues bien, veamos, aunque sea muy sucintamente, la situación de algunas de sus tesis básicas con respecto a esa triple exigencia.
Por lo que toca a las primeras, encontramos tesis que no sólo se mantienen, sino que hoy son más sólidas que nunca, ya que la realidad no ha hecho más que acentuar, ahondar o extender lo que en ellas se ponía al descubierto. Tales son, para dar sólo unos cuantos ejemplos, las relativas a la naturaleza explotadora, depredadora, del capitalismo; a los conceptos de clase, división social clasista y lucha de clases; a la expansión creciente e ilimitada del capital que, en nuestros días, prueba fehacientemente la globalización del capital financiero; al carácter de clase del Estado; a la mercantilización avasallante de toda forma de producción material y espiritual; a la enajenación que alcanza hoy a todas las formas de relación humana: en la producción, en el consumo, en los medios masivos de comunicación, etcétera, etcétera.
En cuanto a las tesis o concepciones que habría que revisar para ajustarlas al movimiento de lo real, está la relativa a las contradicciones de clase que, sin dejar de ser fundamentales, tienen que conjugarse con otras importantes contradicciones en la sociedad actual: nacionales, étnicas, religiosas, ambientales, de género, etcétera. Y por lo que toca a la concepción de la historia hay que superar el dualismo que se da en los textos de Marx, entre una interpretación determinista e incluso teleológica, de raíz hegeliana, y la concepción abierta según la cual "la historia la hacen los hombres en condiciones determinadas". Y que, por tanto, depende de ellos, de su conciencia, organización y acción, que la historia conduzca al socialismo o a una nueva barbarie. Y están también las tesis, que han de ser puestas al día acerca de las funciones del Estado, así como las del acceso al poder, cuestiones sobre las cuales ya Gramsci proporcionó importantes indicaciones.
Finalmente entre las tesis o concepciones de Marx y del marxismo clásico que hay que abandonar, al ser desmentidas por el movimiento de la realidad, está la relativa al sujeto de la historia. Hoy no puede sostenerse que la clase obrera sea el sujeto central y exclusivo de la historia, cuando la realidad muestra y exige un sujeto plural, cuya composición no puede ser inalterable o establecerse a priori. Tampoco cabe sostener la tesis clásica de la positividad del desarrollo ilimitado de las fuerzas productivas, ya que este desarrollo minaría la base natural de la existencia humana. Lo que vuelve, a su vez, utópica la justicia distributiva, propuesta por Marx en la fase superior de la sociedad comunista con su principio de distribución de los bienes conforme a las necesidades de cada individuo, ya que ese principio de justicia presupone una producción ilimitada de bienes, "a manos llenas".
En suma, el marxismo como teoría sigue en pie, pero a condición de que, de acuerdo con el movimiento de lo real, mantenga sus tesis básicas -aunque no todas-, revise o ajuste otras y abandone aquéllas que tienen que dejar paso a otras nuevas para no quedar a la zaga de la realidad. O sea, en la marcha para la necesaria transformación del mundo existente, hay que partir de Marx para desarrollar y enriquecer su teoría, aunque en el camino haya que dejar, a veces, al propio Marx.

III - Ahora bien, reafirmada esta salud teórica del marxismo, hay que subrayar que éste no es sólo, ni ante todo una teoría, sino fundamental y prioritariamente, una práctica, pues recordemos, una vez más, que "de lo que se trata es de transformar el mundo" (Tesis XI sobre Feuerbach de Marx). Pues bien, si de eso se trata, es ahí, en su práctica, donde la cuestión de si tiene sentido ser marxista hoy, ha de plantearse en toda su profundidad.
Pues bien, considerando el papel que el marxismo ha desempeñado históricamente, desde sus orígenes, al elevar la conciencia de los trabajadores de la necesidad y posibilidad de su emancipación, y al inspirar con ello tanto sus acciones reivindicativas como revolucionarias, no podría negarse fundamentalmente su influencia y significado histórico-universal. Ciertamente, puede afirmarse sin exagerar, que ningún pensamiento filosófico, político o social ha influido, a lo largo de la historia de la humanidad, tanto como el marxismo en la conciencia y conducta de los hombres y de los pueblos.
Para encontrar algo semejante habría que buscarlo fuera de ese pensamiento, no en el campo de la razón, sino en el de la fe, propio de las religiones como budismo, cristianismo o islamismo, que ofrecen una salvación ilusoria de los sufrimientos terrenales en un mundo supraterreno. Para el marxismo, la liberación social, humana, hay que buscarla aquí y desde ahora con la razón y la práctica que han de conducir a ella.
Aunque sólo fuera por esto, y el "esto" tiene aquí una enorme dimensión, el marxismo puede afrontar venturosamente su cuestionamiento en el plano de práctica encaminada a mejorar las condiciones de existencia de los trabajadores, así como en las luchas contra los regímenes autoritarios o nazifascistas o por la destrucción del poder económico y político burgués. Los múltiples testimonios que, con este motivo, podrían aportarse favorecen esta apreciación positiva de su papel histórico-práctico, sin que éste signifique, en modo alguno, ignorar sus debilidades, sombras o desvíos en este terreno, ni tampoco las aportaciones de otras corrientes políticas o sociales: demócratas radicales, socialistas de izquierda, diferentes movimientos sociales, o de liberación nacional, anarquistas, teología de la liberación, etcétera.
IV - La cuestión se plantea, sobre todo, con respecto a la práctica que, en nombre del marxismo, se ejerció después de haberse abolido las relaciones capitalistas de producción y el poder burgués, para construir una alternativa al capitalismo: el socialismo. Ciertamente, nos referimos a la experiencia histórica, que se inaugura con la Revolución Rusa de 1917, que desembocó en la construcción de la sociedad que posteriormente se llamó el "socialismo real". Un "socialismo" que se veía a sí mismo, en la ex Unión Soviética, como la base, ya construida, del comunismo diseñado por Marx en su Crítica del programa de Gotha.
Sin entrar ahora en las causas que determinaron el fracaso histórico de un proyecto originario de emancipación, al pretender realizarse, puede afirmarse: Primero, que, no obstante los logros económicos, sociales y culturales alcanzados, condujo a un régimen económico, social y político atípico -ni capitalista ni socialista-, que representó una nueva forma de dominio y explotación. Segundo: que ese "socialismo" significó, no obstante, un dique a la expansión mundial del capitalismo, aunque es evidente también que con su derrumbe la bipolaridad en la hegemonía mundial dejó paso a la unipolaridad del capitalismo más depredador, concentrada en el imperio de Estados Unidos. Y tercero: que la opción por, y las esperanzas, en la alternativa social del socialismo quedaron sumamente reducidas o cegadas, así como las del marxismo que la inspiró y fundamentó. A ello contribuyó decisivamente la identificación falsa e interesada del "socialismo real" con todo socialismo posible y la del marxismo con la ideología soviética que lo justificó.
V - Puesto que no es tan fácil negar el carácter liberador, emancipatorio, del pensamiento de Marx y del marxismo clásico, los ideólogos más reaccionarios, pero también más perspicaces del capitalismo, tratan de sostener la imposibilidad de la realización del socialismo. Y para ello recurren a diversas concepciones idealistas del hombre, la historia y la sociedad. Unas veces apelan a una supuesta naturaleza humana inmutable -egoísta, competitiva-, propia en verdad del homo economicus capitalista, incompatible con la fraternidad, solidaridad y cooperación indispensable en una sociedad socialista. Otras veces se valen de la concepción teleológica de la historia que decreta -muy hegelianamente- la inviabilidad del socialismo al llegar aquélla a su fin con el triunfo del capitalismo liberal, o más exactamente neoliberal.
También se recurre a la idea fatalista de que todo proyecto emancipatorio, al realizarse se degrada o desnaturaliza inevitablemente. Y, por último, se echa mano del "pensamiento débil" o posmoderno para el cual la falta de fundamento o razón de lo existente invalida toda causa o proyecto humano de emancipación. Como es fácil advertir, en todos estos casos se persigue o alimenta el mismo fin: confundir las conciencias, desmovilizarlas y cerrar así el paso a la organización y la acción necesarias para construir una alternativa social al capitalismo y, por tanto, a todo pensamiento que -como el marxista- contribuya a ella.
VI - Ahora bien, aun reconociendo la falsedad de los supuestos ideológicos en que se apoyan estos intentos descalificadores, así como los intereses de clase que los promueven, es innegable que, a raíz del hundimiento del "socialismo real", se da un descrédito de la idea de socialismo y un declive de la recepción y adhesión al marxismo. Y ello cuando la alternativa al capitalismo, en su fase globalizadora, se ha vuelto más imperiosa no sólo porque sus males estructurales se han agravado, sino también porque al poner el desarrollo científico y tecnológico bajo el signo del lucro y la ganancia, amenaza a la humanidad con sumirla en la nueva barbarie de un holocausto nuclear, de un cataclismo geológico o de la supeditación de los logros genéticos al mercado.
De tal manera que, en nuestros días, el agresivo capitalismo globalizador hegemonizado por Estados Unidos, al avasallar, con sus guerras preventivas, la soberanía y la independencia de los pueblos, al hacer añicos la legalidad internacional, al volver las conquistas de la ciencia y la técnica contra el hombre y al globalizar los sufrimientos, humillaciones y la enajenación de los seres humanos, atenta no sólo contra las clases más explotadas y oprimidas y contra los más amplios sectores sociales, sino también contra la humanidad misma, lo que explica el signo anticapitalista de las recientes movilizaciones contra la guerra y de los crecientes movimientos sociales altermundistas en los que participan los más diversos actores sociales.
La emancipación social y humana que el marxismo se ha propuesto siempre pasa hoy necesariamente por la construcción del dique que detenga esta agresiva y antihumana política imperial estadunidense. Pues bien, en la construcción de ese dique al imperialismo que tantos sufrimientos ha infligido al pueblo cubano, está hoy sin desmayo, como siempre, y fiel a sus orígenes martianos, la Revolución Cubana.

VII - Llegamos al final de nuestro discurso con el que pretendíamos responder a la cuestión de si se puede ser marxista hoy. Y nuestra firme respuesta al concluir, es ésta: puesto que una alternativa social al capitalismo -como el socialismo- es ahora más necesaria y deseable que nunca, también lo es, por consiguiente, el marxismo que contribuye -teórica y prácticamente- a su realización. Lo cual quiere decir, a su vez, que ser marxista hoy significa no sólo poner en juego la inteligencia para fundamentar la necesidad y posibilidad de esa alternativa, sino también tensar la voluntad para responder al imperativo político-moral de contribuir a realizarla.
Por último, reitero mi más profundo agradecimiento a la Universidad de La Habana, porque con la alta distinción que me otorga, me da un vigoroso impulso para continuar, en su tramo final, la obra que ha tenido y tiene como eje teórico y vital al marxismo.



 

 

 

 

 


miércoles, 20 de julio de 2011

TRANSFIGURACIÓN ONÁNICA

TRANSFIGURACIÓN ONÁNICA


 Para Yadit Rìo de la Loza y también para Viviana, pintoras de la vida



Socavo
La lejana lozanía
De la piel
Sorprendo a mis ojos
En los surcos de esos pechos
Ahí donde mii lengua arde
Cual  braza
Quemándose
Al no tener
Más que una tristeza
Que nadie compra en  ningún mercado
De la imaginación.

viernes, 15 de julio de 2011

PERIODISMO Y LITERATURA EN EL SUR DE VERACRUZ.

Samuel Pérez García

Unir el periodismo y la literatura tuvo su época. La ha tenido siempre. En mi caso personal recuerdo la década de los años setenta y los ochenta del siglo pasado. En los setenta en Uno más Uno con Sábado. Y El Búho con Excélsior. Luego apareció La Jornada y  se publicó La Jornada semanal. En estos periódicos de cultura y literatura comenzó mi formación y mi gusto por leer sistemáticamente todo aquello que tratara de la poesía y el ensayo, muy poco la novela. Me gustaban los ensayos sobre los estilos literarios predominantes, hasta que llegaba alguien con más visión y desmoronaba todo el edificio conceptual que se tenía hasta ese momento. La crítica a tal o cual poeta, tal vez porque no era de la mafia de quienes publicaban en esa página, o porque se sentía envidia que tuviera mejor destino literario. Pero fue a través de esas publicaciones que comenzó mi camino hacia el conocimiento de quienes eran los escritores del momento y cuáles eran los temas que se debatían. Ahí conocí literariamente a Roberto Vallarino, Ignacio Trejo Fuentes, a Jesús Gardea, Evodio Escalante, Naief Yehya, a muchísimos autores y cronistas, que en esas páginas se daban vuelo  para analizar alguna obra literaria, musical o pictórica, escribir un poema o un cuento. Pero también  me permitió adentrarme al conocimiento de los autores consagrados como Mario Benedetti, Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, cuyas obras eran recomendadas por los colaboradores de esos espacios culturales.
Le apostaba a los cuentos que ahí se publicaban y que le llamaban “el cuento del sábado” o “el cuento semanal”. Me gustaban las reseñas sobre libros de poesía o sobre las novelas recién publicadas. Leía las traducciones de poesía. Me acercaba tímidamente, como aprendiz literario, no como escritor. Ni idea que algún día iba a publicar mis propios libros. Leía por placer y por saber. Y aprendía la técnica de cómo se analizaba y sintetizaba un texto, cómo se realizaba cierta operación quirúrgica literaria sobre alguna obra recién publicada, o de que fortaleza o debilidad se nutrían los escritores. Me gustaban mucho los puntos de vista encontrados entre un escritor y otro. Plantear un problema y contradecirlo en la siguiente entrega, era un placer de los mejores que me dejó esa época. Cada semana adquiría, desde el lugar donde anduviera, el Uno mas Uno o La jornada para hacerme de mi semanario, según fuera el caso o la época. A Excelsior lo tomaba como sustituto cuando alguno de estos faltaba. Y dejé de adquirirlo, cuando el Uno más Uno desapareció de la provincia y La jornada, le tocó irse por falta de quien pudiera distribuirlo a tiempo.
Contrario a esa vida cultural que en aquella época nos proporcionaba Uno más Uno, Excelsior y después La jornada, aquí, en el sur de Veracruz, la situación era una tierra inhóspita, si de literatura se trataba. No había diario que se ocupara de un ejercicio similar. A lo sumo, dejaba colar casi siempre malísimos poemas, que en lugar de formar, deformaban y engañaban al lector.
Así, los pocos que escribían poesía o cuento o crónica eran individuos sin ningún proceso formativo. Escribían por intuición, pero sin saber. Así que no valía la pena abrir un diario para aprender, aunque  mucho se diga que no hay texto malo que no te deje una enseñanza. Todo de pende de qué se busque a la hora de leer.
A partir de la década de 1985 del siglo pasado, Diario del Istmo, de aparición en la ciudad de Coatzacoalcos, fue quien comenzó a publicar un semanario tabloide de unas ocho páginas, donde se daban a conocer aspectos de la cultura social, la etnografía de la región y  la literatura. Lo dirigía un muchacho oriundo de Las Choapas, de nombre Agustín del Moral Tejeda, que al parecer había estudiado comunicación social; con esas páginas inició su carrera de escritor  José Homero y otros que no recuerdo. Por cierto, en 1987 ganaron un premio nacional de periodismo cultural. Hecho que fue muy sonado no sólo dentro del quehacer del diario, sino a nivel regional, pues era la primera vez que un diario local conseguía un premio nacional de periodismo en la rama de la cultura. Sin embargo, poco duró el gusto, pues a raíz del premio se generó un conflicto entre el Director, José Pablo Robles Martínez y los escribidores de la publicación semanal. Los  muchachos, en sus reclamos de reconocimiento al mérito señalaron, con justa razón, que el mérito a ellos les correspondía y lo exigían. Pero el director, les dijo que sin él, ellos no hubieran logrado el premio. Lo que les dio a entender que el premio no había sido exclusivamente por la escritura, es decir, debido al esfuerzo de escribir de los muchachos, sino que había sido negociado por el director para conseguir una imagen nacional de periodismo veraz y culto. Eso molestó a los incipientes escritores, cuyo tiraje El Istmo en la cultura les había servido de fogueo sin paga, porque los diarios culturales en la región nunca han pagado, ni pagarán, salvo honrosos casos. Tal conflicto los obligó a separarse del diario, y como la mayoría ya estaba en jalapa estudiando su respectiva profesión, ahí se acabó ese único proyecto de difusión cultural de calidad que hubo en la región.
Pero los que ahí colaboraban gratuitamente, con el tiempo trascendieron, y muchos de ellos son ahora escritores, si no consagrados, tienen un trayectoria estimable y reconocible.
Fue su ingreso a El istmo en la cultura, lo que les permitió foguearse en la escritura literaria, y con los años, publicar sus primeras obras. Quien fungía como director del tabloide, Agustín del Moral, publicó en 1997 una excelente novela Nuestra alma melancólica en conserva. José Homero, otro colaborador, ya como egresado de la Facultad de Letras publicó un libro de ensayo La construcción del amor en 1992. Y después han aparecido otros libros más, que les ha dado a ambos una respetable posición como escritores y difusores de la literatura. Su inicio, como el de muchos, fue a través de escribir para un diario local. Pero no lo hicieron solamente por publicar ahí, lo lograron porque en ellos prevalecía el talento y la perseverancia de llegar adonde buscaban con empeño.
Desde mi perspectiva, esta aparición de El Istmo en la cultura en el sur veracruzano, impulsó  a muchos las ganas de escribir o de entender la cultura y el quehacer de la literatura. Por eso, a raíz de que  dicho tabloide dejó de publicarse a principios de 1987, fue que apareció en Diario de Sotavento, Serpiente, página de cultura dirigido por el filósofo y periodista Javier Pulido Biosca, pero solamente duró unos cuantos meses. Pero Javier, como los anteriores, fue abriendo su propia brecha en la cultura, y durante mucho tiempo publicó una revista de carácter histórico etnográfico, Raíces, y ha incursionado en la obra de autor con algunos libros sobre la historia de Coatzacoalcos y sus problemas.
No está de más reconocer aquí, el papel que desde principios de la década de los 80s había venido desempeñando el poeta y periodista Humberto Burguette Pedrero, “Huarichi”, quien en los años ochenta publicó una revista de carácter político cultural, cuyo título fue Índice, e hizo por escribir poesía, cuyo eje temático era la ecología.
 En ese contexto de aparición y desaparición de las páginas culturales en los principales diarios de Coatzacoalcos: Diario del Istmo y Diario de Sotavento, y a raíz de que éste último fue vendido por su antiguo dueño: Alfonso M. Grajales,  al cacique sureño Cirilo Vázquez Lagunes, y que mi amigo Roberto Sosa González, era el jefe de información de este diario, es como me animé a publicar, con escasa paga, por supuesto, una página de cultura, la cual se llamó Signo del tiempo, de existencia efímera, pues el diario languidecía económicamente, y hubo que buscar mejores oficios para la sobrevivencia, porque de la escritura, era bastante difícil.
En esa página, el suscrito era el diseñador, recopilador  de los textos que, algunos amigos podían ofrecer, y por supuesto, de escribidor. Quienes aquí colaboraron no tenían por oficio la literatura, pero gustaban de ella. Tal esfuerzo, sin embargo, no trascendió más allá de la propia ciudad y de quienes colaboramos con dicha página: Luciano R. Antonio Cornelio, Alberto Martínez Acosta, Rubén de Leo y algunos más colaboradores espontáneos. Esto sucedió entre finales de 1987 y principios de 1988.
Luego, en 1991, colaboré durante un año y medio en un nuevo periódico que se abrió en ese año en la ciudad: El liberal del Sur. Ahí me dieron la oportunidad de dirigir la sección cultural y, aprovechando el puesto, propuse que se abriera una página de cultura sabatina. Se intituló Berelele. Participaron como colaboradores Rubén de Leo, Armando de la Maza (+), Mario Flores(+), Andrés Bolaño, Teresa Cadena de Ponce, Magdalena Rosales, Germán Rodríguez Filigrana(+), Desiderio Cadena(+), Oscar Lainez y otros.
Recuerdo que cuando se inició dicha página, me autorizaron pagar  (de diez a veinte pesos por cada colaboración), pero a los dos meses de iniciados, ya no tenían con qué cubrir la paga a los colaboradores, y a duras penas se pudo saldar lo se les había prometido. Después, todo fue de gratis. Lógicamente eso bajó el nivel  de la publicación, y para que apareciera había que andar refriteando lo que sobre cultura mandaban  los cables de información o tomarlos de alguna revista nacional.
Si  de la página de cultura que se publicaba en Diario de Sotavento, me salí por la falta de paga, a pesar de que el nuevo dueño era Cirilo Vázquez Lagunes[1], del periódico El Liberal salí por la puerta trasera, debido que el poeta Andrés Bolaños escribió un poema erótico, cuyo personaje central era una rubia, y como la esposa del Director del diario, era de ese perfil, pensó que tal vez, el poema era dirigido hacia ella, entonces se quejó con su esposo, y al otro día, ya estaba fuera del diario,  triste y feliz. Triste porque ya no tendría mi quincenita, que aunque poca, me aliviaba el hambre; y feliz, por haber colaborado aunque sea un año y haber probado que la cultura en el sur veracruzano, era una cosa rara que casi nadie entendía y la veían como una enferma a la cual hay que socorrer por lástima. Los diarios aceptaban publicar esa página, no tanto por ser dueños de una visión y actitud culta, sino para aparentar una talla cultural que no tenían. Pero también, sucedía lo que siempre pasa en cada pueblo ramplón: los lectores enviaban textos, que generalmente eran poemas, y solicitaban que se les publicara, sin que dichos textos presentaran orfebrería literaria. Se creía, en ese entonces, y creo que todavía se sigue en esa lógica, que poeta es aquel que escribe por inspiración, sin tener ningún proceso formativo. Por lo que, lo primero que se escribe es lo que se debe publicar. Sin querer queriendo, además de formador y recopilador de material para la página, hube de practicar la función de censor. Esto sí, esto no. Hasta que me llegó el cuchillo de la güera esposa, que, ni en cuenta. Porque la mujer por la cual me asaba por dentro era la administradora, que en aquella época era  muy sensual, pero que ahora, pasado los años, ha perdido todo su atractivo. Mucho de aquello que escribí en Berelele tiene el olor de esa mujer. Que, aunque le di todas las vueltas posibles, nunca pudo tragar el anzuelo que le tendía día con día, a través de los aforismos y poemas.
A la par que incursionábamos en el periodismo cultural, promovía los Encuentros de Poetas del Istmo Mexicano. De éstos, se realizaron tres en Acayucan (1987, 1991 y1993) Juchitán (1988) Coatzacoalcos (1989), Tabasco (1992) Veracruz (1994). Al iniciar estos encuentros con poetas de varios estados, le dimos un carácter fraterno, pero también crítico sobre la creación poética. El poeta invitado leía, después recibía su serie de reclamo literario como para que se moldeara y se comprometiera con el estudio de la poesía. Eso era cuando lo realizábamos en Acayucan, pero en otros lados, lo único que se hacía era leer y recibir el aplauso de los escasos concurrentes, 20 o 30 asistentes, y por las noches, ir a los tugurios para poetizar la realidad ginecológica. O también organizar una borrachera en la casa de quien prestara el lugar, cuando se hizo en Acayucan, generalmente recaía en la casa de Germán Rodríguez Filigrana(+), director en esos ayeres de la Casa de Cultura de Acayucan.
La ganancia de esos encuentros fue la talacha con la  escritura, conocer a poetas de otros lados  por el solo afán de compartir el estado de la poesía de cada terruño. Era una acción que no buscaba gloria ni fama, pero sí, sentirse entre cómplices que se ocupan de las letras por puro amor al arte, porque ninguno vivía de eso, sino de sobarse el lomo en alguna ocupación, sea dar clases, sembrar el campo, o cocinar para el marido.
Recuerdo un caso que pasó en un encuentro celebrado en Acayucan en 1987: Milko Galarza (+) era un poeta de Coatzacoalcos, de profesión médico, cuya primera incursión llegó con una queridita muy guapa que, nosotros enseguida le echamos un ojo de luz, creyendo que era su hija, pero no. Luego supimos que era una enfermera al servicio del poeta médico. En esta primera ocasión, llegaron poetas de Chiapas y de Oaxaca y de la región sur de Veracruz. Como Milko venia bien acompañado quiso lucirse en cada una de sus intervenciones, pero la mirada y la atención no estaban puestas en lo que decía, sino en la muchachita que lo acompañaba.
Para 1991 Milko llegó solo, pero trajo la espada desenvainada. Y fue el centro de una discusión poética. Resulta que  cierto poeta leyó un poema erótico, con vocablos poco amables: clítoris vagina, nalgas, y todos los conceptos que tienen que ver con la mujer. El poeta Milko Galarza se paró y dijo que eso no podía ser un poema, por lo vulgar de su escritura. Entonces, solo para seguir la contra, dije que no necesariamente los poemas se escribían con palabra bellas, podían usarse las palabrotas siempre y cuando se justificara. Y como la polémica continuó, terminé diciendo, entonces, que bien valdría la pena hacer en ese encuentro una división de poetas: de un lado, los no emputecidos, por aquellos de no usar lenguaje grosero; y por el otro lado, los poetas emputecidos. Así quedó esa tarde, un poco tensa la situación, que luego se quitó por la noche, durante la cena, donde el trago hizo bailar sobre la mesa a Andrés Bolaños, y a otros, irse de parranda a “La Quinta”, a escribir poemas cachondos con las putas de ese lugar.
Después de esas experiencias, directas o indirectas en torno al periodismo cultural y la escritura, preferí sustraerme de la realidad existente, y me dediqué por compromiso propio, a escribir lo que a mí me gustaba, sin tener una línea que me dijera, esto se publica, esto otro no. Y ni pensar que llevaría mis textos para que se apiadaran de mí y me los publicaran, como todavía siguen haciendo muchos, con el ánimo de no sentirse hombres muertos, o tal vez por crearse un poco de fama a través de las páginas de los diarios. Preferí, también con eso de que las editoriales solo otorgan al autor un 10% sobre la venta de la obra, - siempre y cuando sortees  el obstáculo de tener renombre literario a efecto de poder publicarte-  decidí formar mi propia editorial, invertir en mi obra y difundirla entre amigos y escasos lectores. Así, en lugar de estar publicando gratuitamente en los diarios de la región, espero pacientemente la conclusión de mi obra, reúno el dinero, la publico y la presentó entre mis clientes cautivos: amigos, alumnos y uno que otro lector verdadero (es decir, aquel que lee por gusto y no por obligación). Al diario solo lo utilizo para dar a conocer alguna nota de prensa sobre la presentación de determinada obra, porque es impensable que algún periodista sepa reseñar críticamente lo que se escribe. Los reporteros saben de nota roja y de amarillismo, pero casi nada de literatura. Desde luego, existen honrosas excepciones.
Sin embargo, reconozco que el periodismo cultural es un instrumento muy necesario para difundir la cultura literaria o de cualquier tipo. A través de él, se pueden formar lectores, que a la larga, puede redundar en el consumo de la literatura. Pues si de algo carece nuestra literatura actualmente, es la de no tener lectores en demasía. Son muy escasos quienes, por placer propio, se acercan a las librerías a adquirir la novela o el libro recién publicado. Producto de esta situación es que muchas librerías en Coatzacoalcos y Minatitlán cerraron sus puertas. Sin lectores no hay librería, y sin éstas, el autor no tiene donde exponer su mercancía. Y aunque ahora, Liverpool y Sanborns cubran esa deficiencia, a ellos también les hace falta lectores para las diversas obras que ahí expenden.
Ese es uno de los grandes problemas de nuestro entorno: el mexicano tiene el defecto de no leer, de no gustar una obra literaria o del talante que sea. No existe esa vocación por la lectura, y por ende, la vocación por la  literatura, no en tanto escritor, sino en tanto lector. Ante esa falta, el medio adecuado para irlos formando, con paciencia y enjundia, pudiera ser la página de los diarios. Sin embargo, el problema que se presenta es que los directores de los medios, no están interesados en salvar ese problema, porque la cultura no vende; en cambio, venden los muertos, los sucesos de balazos entre narcos y policías, los asesinatos a mansalva. Hay muchos diarios amarillistas que usan esos hechos lastimosos para vender su periódico ante un lector sádico, que gusta de saber a quién violaron, a quién asesinaron, a quién robaron. Pero no cuál es la última novela de tal autor, o la obra de divulgación mejor escrita. Incluso, cuando los diarios anuncian al Premio Nobel de Literatura no le dan la primera plana, sino que lo ubican allá, escondido en una sección que pocos miran. Pero en cambio, si mataron a alguien de cierto nivel económico, le dan toda la plana, y seguro que ese día, el diario se acaba antes de las diez de la mañana. Imposible competir con esta idiosincrasia. Imposible ganarle, si hay muchos años atrás de ir moldeando una conducta típica de degustar con placer la nota policíaca, pero no la literaria. Así, los diarios culturales no solo han servido para formar a un escritor en cierne o a un lector ávido, sino también para crear cierto gusto  que limita la visión y el entendimiento del papel que pudiera jugar un diario para el desarrollo de la cultura y la literatura.
Desde  mi punto de vista, sea el sur de Veracruz o la misma capital del Estado, existe una gran barrera entre el diarismo y la literatura. Ambas son polos extremos de un gran problema: la falta de lectores. El diario actual, el que se ejercita aquí o en otras ciudades, es que no se preocupa por formar lectores de nuevo cuño, sino en mantener al que ya ha conseguido con la nota roja o la nota política. No les interesa que el lector crezca en lo intelectual, en lo artístico y en su capacidad de crítica. Se ha conformado con la formación de un sonso lector, cuyo placer es buscar la nota roja del día. Y eso mismo ha creado un cierto tipo de reportero o periodista: aquel que escribe bajo cierto formato, y no sale de ese cliché. Dime qué tipo de lector eres, para que yo te ponga un determinado tipo de escritor de noticias.
Pero también, la literatura, o los escritores, no hemos visto más allá que la puerta de entrada de las editoriales. Nos hemos conformado con pegarnos a ellas en busca de la oportunidad que nos conduzca al éxito. Pero éstas incurren en el mismo error que poseen los diarios. Carecen una estrategia clara para formar lectores. Con uno o dos escritores de renombre que una editorial haya conseguido, con eso tiene para sobrevivir económicamente. Por eso, no se preocupan de qué modo los lectores de sus publicaciones deban crecer en número y en calidad. En tanto, siempre solemos oír quejas de que nadie lee, o si lo hace, lee basura, pero no nos ponemos a pensar en cómo lograr ese cambio. Ni en equipo ni como individuo hacemos algo por superar este gran escollo, que es la falta de lectores. Preferimos nadar de muertito, en espera de que algún día, los escasos lectores  nos eleven al pedestal de la fama.
Pensando en eso, y desde mi perspectiva, tanto el diarismo como la literatura tienen la obligación suprema de formar lectores, que superen lo rudimentario y desarrollen una conciencia y visión crítica tanto del texto como del entorno. A cada escritor de literatura le hace falta un lector crítico, pero estos no pueden nacer por generación espontánea, sino que es necesario crear las condiciones culturales para lograrlo.
Así, si pensamos que cada uno (el periodismo y la literatura) puede andar por su lado, es agravar el problema. Pues al separarlos, no habrá diario culto, ni literatura que llegue a todos los lectores. En cambio, si los unimos a través de una estrategia de desarrollo cultural para la formación de una sociedad lectora y crítica, se puede comenzar a cerrar la brecha que hay entre un libro y un diario y su relación con sus posibles lectores.  Pero para eso, hay que establecer una política cultural, que antes que ser programa oficial, debe anidar en la conciencia de quienes, por una u otra razón, escribimos para un diario o para cierta editorial. Si unimos a ambos, se podría desatorar esa falta de lectores, que tanto al diario como a la literatura les hace falta. Y al desatorar ese problema, podríamos pensar que nunca más habrá un diario sin ejercicio literario, ni una literatura sin un diario que difunda las nuevas obras para placer de ávidos lectores. Pensar así es un poco soñar despierto, pero si no lo hago, nunca podré saber qué idea se me metió en la cabeza cuando pensaba que debíamos tener en cada ciudad un diario a la altura de nuestras exigencias de lector crítico. Actitud que, en mi caso personal, se formó a partir de leer el periodismo cultural que se hacía en Uno mas Uno, Excelsior y La jornada. Y también, porqué no aceptarlo, lo que alguna vez se hizo en El Istmo en la cultura y en otras páginas de la región del sur veracruzano.

Mayo del 2011. samy530129©hotmail.com




[1] Cacique del Sur de Veracruz, que fue abatido en noviembre del 2006 en la ciudad de Acayucan, donde vivía y desde donde irradiaba su poder en los municipios sureños de Veracruz.